La magia del Cancionero's video: El Palmero Los Morochucos

A YOLANDA CARLESSI El origen de la marinera limeña parece remontarse a tiempos de la colonia y la esclavitud, como expresión viva de opresión y hacinamiento de una población de origen africano. Se mezcla con elementos netamente hispánicos como las palmas y la copla. Lejana a orígenes andinos, dado que no existe melodía pentafónica alguna en su repertorio, se percibe más bien cercana a las tonadas del fandango y la sevillana que desde Andalucía llenaron de sabor hispano tantos territorios americanos en un intercambio de cadencias, que de ida y de vuelta, alimentaron el folklore de ambas tierras: americana y europea. Las medidas del verso parecen provenir de las secuencias castellanas del romance, jota y seguirilla que podemos suponer dictan las bases de la estructura en la jarana limeña y su original complejidad. En la historia de la música criolla peruana hay diversos episodios de préstamos y apropiaciones de letras, melodías y secuencias armónicas de diversos orígenes. Un caso muy conocido es el de la marinera limeña, que desde las Islas Canarias llegó a México, NIcaragua, Perú y Chile. En el Perú, el canto de jarana no es más que una forma tradicional de cantar la marinera limeña, complementada por una Resbalosa, que lleva ese nombre por el tipo de paso al bailar, el típico "escobilleo" que es como "resbalar" los pies. Sin embargo en otros lugares se llama Refalosa, que viene posiblemente del verbo "refalar" que significa quitarse una prenda o despojarse de algo en castellano antiguo. Los Morochucos eran un grupo folklórico criollo del Perú, fundado en 1945 por Augusto Ego Aguirre y Luis Sifuentes y que luego estuvo integrado por Óscar Avilés, Augusto Ego Aguirre, y Alejandro Cortez. En este vídeo podemos ver al grupo de danza de Carlos Rojas Correa bailando esta marinera, junto al Palacio Arzobispal, la Casa del Oídor, el Palacio de Gobierno, la pileta y las torres de San Francisco y uno parece aún sentir el aroma de esa Lima antigua y señorial del ceviche, los anticuchos, el manjar blanco y la mazamorra y esa persistente garúa que mojaba sus calles. EL PALMERO Marinera limeña y resbalosa Palmero sube a la palma, catay catay, o dile a la palmerita: chumay, chumay. Que se asome a la ventana, catay, catay, que mi amor la solicita, chumay, chumay. A la cara te miro pa' que me entiendas catay, catay, porque también los ojos sirven de lengua chumay chumay Pa' que me entiendas, madre, si yo llorara catay catay. El corazón de pena también se seca, chumay chumay ¡Rico que rico, rico, dame tu pico, catay catay! Se acabo la marinera tan alegre y salerosa. ¡Ajústense las polleras, que allá va la resbalosa! Yo vivo triste y el corazón me duele; me duele tanto que ya no puedo más. No hay en el mundo un ser que me consuele y que mitigue mi dolor tenaz. ¡Ven aquí ramo de flores alivio de mi tristeza, ay sí! Si a tu ventana, llegada el alba, llega el amante que te engañó, si te pregunta si estoy en casa, dile que no, siempre que no Si a tu ventana llegada el alba, llega el amante que te engañó, si te pregunta si estoy en casa dile que no, siempre que no memorias que mando yo. VOCABULARIO catay y chumay son dos expresiones usadas, a modo de interjección afectiva, que sustituyen a los "ay ay ay" del fandango español y del cancionero mexicano. No tienen un significado concreto pero son peruanismos que aluden a dos localidades de ese país: Catay está situado en la región de Ucayali y Chumay en Chiclayo.