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Sonorizante's video: Repique de campanas

@Repique de campanas
Toque manual de campanas celebrado el día 21 de abril en el proyecto de "Echamos las campanas al vuelo" dentro de las celebraciones del Año Europeo del Patrimonio Cultural. El sonido corresponde al campanario de la Iglesia Parroquial Sta. Mª Magdalena de l'Olleria (Valencia), en el que participaron la asociación “Campaners d’Albaida” y los Campaneros de la Vall Blanca (Atzeneta). El evento se celebró en unas 500 localidades Europeas, con el objetivo de que se declare el toque manual de campanas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO. Una campana es un dispositivo simple que emite un sonido. Es un determinado instrumento musical de percusión y un idiófono, su forma es de copa invertida y ahuecada que resuena acústicamente y vibra al ser golpeada. El implemento utilizado para su funcionamiento generalmente va suspendido dentro de la propia campana, es vertical y se le conoce con el nombre de «badajo» o «úvula», compuesto de una vara llamada caña y terminado en una bola que es la que golpea al instrumento. También puede utilizarse para su funcionamiento un mazo o un electromartillo, o en pequeñas campanas una pequeña esfera suelta encerrada dentro del cuerpo de la misma. Las campanas se fabrican generalmente de metal fundido, sobre todo de bronce, pero existen pequeñas campanas decorativas que se hacen de cerámica o vidrio. Estas varían en tamaño, desde pequeños accesorios de vestir hasta campanas de templos de más de 5 metros de altura, con un peso de muchas toneladas. Históricamente, las campanas están asociadas con los rituales religiosos, por ello, se han utilizado ampliamente para llamar a la comunidad a los eventos religiosos y seculares. Más tarde, las campanas fueron hechas para conmemorar acontecimientos importantes o a personas y se han asociado con los conceptos de paz y libertad. El estudio de las campanas se le conoce como «campanología». Las campanas, ya conocidas de los pueblos egipcios y asiáticos en forma de campanillas y usadas también por los griegos y los romanos, fueron adoptadas por la Iglesia católica para convocar a los fieles por lo menos desde el siglo V. Los romanos les dieron el nombre de tintinábula y los cristianos las llamaron signum porque servían para señalar o avisar la hora de las reuniones. Pero ya en el siglo VII, si no antes, se llamaban «campanas», como consta por escritores de la época. En aquellos primeros siglos, debieron ser las campanas de reducido tamaño, según parece por las que han llegado hasta nosotros y por ciertas referencias de los historiadores. Pero fueron aumentando de tamaño sucesivamente hasta que en el siglo XIII se fundieron de grandes dimensiones, verdaderamente colosales desde el siglo XVI. La materia prima de las campanas ha sido casi siempre el bronce, aunque admitiendo diferentes aleaciones según las épocas y las naciones. También se ha usado el hierro y para campanillas, el oro y la plata. Suelen llevar las campanas en la superficie externa, ya desde antiguo, algunas inscripciones en relieve, hechas en la fundición y al bendecirlas se les da un nombre, que a veces se inscribe en la misma pieza. Los textos de las inscripciones han variado con el tiempo, partiendo de una primera época hasta el siglo XII aproximadamente, en el que lo relevante es el origen de la campana: una donación piadosa, por mandato de quien fue fundida, etc. A partir de esta fecha, se introducen oraciones y textos sagrados con sentido protector, como «Mentem sanctam spontaneam voluntatem honorem deo et patria liberacionem», que se suman a las que indican propiedad u origen. Dichos textos se justifican en una triple función de la campana no musical: objeto litúrgico, objeto protector y objeto de representación social. Aparte de las campanas de los templos, que se usan para llamar a los oficios, anunciar defunciones o para la hora del Ángelus, existe la campanilla del altar, que suele tocar el acólito en el momento de la elevación, durante la misa. Como instrumento militar, en la Edad Media a su son se reunía la mesnada para marchar en hueste a las algaras o cabalgadas. En el siglo XVII al ser tomada una plaza, el maestre o jefe superior de la artillería tenía el privilegio de apropiarse las campanas que ordinariamente rescataba la población a subido precio, destinándose algunas veces la cantidad así obtenida a pagar pensiones de viudas y huérfanos de artilleros. En el sitio de Dantzig, Napoleón I resucitó esta costumbre y el valor de las campanas fue distribuido entre la artillería vencedora.

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