rinconcete's video: La trashumancia en Tolba os de Arriba 2017

Conmemoración anual de la salida de los pastores castellanos hacia la Extremadura con sus rebaños de ovejas en busca de mejores pastos. Guión: Hemos retrocedido casi un siglo, cuando los pastores tenían que bajar, así lo dicen, bajar a la Extremadura con decenas de miles de ovejas. Es la trashumancia, que hoy apenas existe, pero que en un pueblecito de Burgos, lindando con Soria, llamado Tolbaños de Arriba se recuerda todos los años a finales de octubre con una evocación entrañable y muy bien escenificada. La organizan las asociaciones El Salterio y La Piña junto a la Junta vecinal y ayuntamiento de la localidad. Se celebra a finales de octubre, mes en el que comenzaba esta bajada a los pastos extremeños obligada por los fríos serranos de Castilla y el clima más benigno de las tierras bajas ricas en pastos. Los actos conmemorativos comienzan por la mañana. El pueblo invita a los asistentes a unas migas con torreznos y como el frío aprieta, se acompañan con tintos y claretes que hay que beber en porrón, además de orujos y anís, y con el calor reconfortante de los fuegos aún vivos. Un miembro de la organización explica el motivo de esta jornada: no olvidar la trashumancia, la actividad que marcó la vida de pueblos serranos de Castilla durante generaciones. Desayunados con las migas, el tocino y el vino, una dulzaina y su tamboril acompañan la subida tradicional a la ermita de la Virgen del Salterio, a un par de cientos de metros del pueblo, en medio de una pradera aceitunada por el rocío de la mañana. Los pastores y sus familias rezan la salve para que la virgen les guarde durante esos largos seis o siete meses en que estarán lejos de sus casas. También le piden, en secreto, que sus rebaños no padezcan por el camino la picadura de la mosca negra que las vuelve locas ni el diente del lobo siempre al acecho. No llevarán perros pastores, sino mastines, tan grandes como burros, y a ellos confían su cuidado. Hoy, el rebaño de muestra se ha escapado, y reunirlo para el paseíllo ha llevado su tiempo. Habría que imaginar rebaños de hasta 10.000 cabezas pasando por las estrechas calles del pueblo camino de Extremadura. Reunida la muestra, los pastores emprenden la marcha hacia el pueblo. Uno de los pastores recibe del alcalde la autorización para cruzar el pueblo mediante el pago de unas tasas. Por las estrechas calles de Tolbaños, escenas típicas ilustran cómo era la vida hace más de medio siglo en torno a la lana: su lavado y secado, el cardado y peinado, el hilado, el tintoreo y el tejido: calcetines, jerseys, gorros... Una caldereta de cordero y una sopa castellana hecha por los propios pastores dará de comer a vecinos y forasteros. Y mientras la preparan el guiso, hay tiempo para recordar aquellas jornadas trashumantes: el frío insoportable, la soledad del camino solo animada por el caprichoso tintineo de las esquilas o la lluvia que de tan intensa a veces, los obligaba a dormir de pié atados a un árbol para no empaparse con el agua del suelo. Tolbaños está rodeado de montañas, poblados de pinos, robles, hayas y encinas. En sus cumbres ya había caído la nieve por estas fechas: por los santos, nieve en los altos. Hoy, en los días fríos de invierno viven en Tolbaños de Arriba no más de una decena de personas, cuando el censo es de aproximadamente 37 vecinos. La mayoría vive en Salas o Burgos, aunque gracias a sus asociaciones organizan gran número de actividades. Poco antes de este almuerzo, el rebaño está a punto de salir del pueblo. Las mujeres casadas y las mozas, formadas en fila junto a la calzada, despiden a sus maridos y novios. No los verán hasta dentro de medio año o más y la espera no solo será fría durante las noches de invierno, sino larga, triste y oscura, como queda la sierra cuando se alejan los rebaños. El canto típico de la trashumancia, de origen ignoto, despide a los pastores. La marcha durará poco más de un mes, siempre que las ovejas aguanten la paridera hasta las praderas extremeñas y no retrasen la bajada. Los carneros, que habrán cubierto antes de la partida a decenas de ovejas cada día, abrirán la marcha. Pasaran por días de calor, de frío y de agua, y cuando la lluvia llegue, muchos pastores dormirán de pié, atados a un árbol, para evitar acostarse con las ropas empapadas en el suelo encharcado. Los mastines los protegerán del lobo. Y mediada la primavera, tras más de medio año trashumando, volverán a casa, donde llegarán para celebrar san Juan abrazados a su pareja.